DON QUIJOTE DE LA MANCHA EN EL CINE . RAFAEL GIL Y CARLOS BLANCO

DON QUIJOTE DE LA MANCHA EN EL CINE . RAFAEL GIL Y CARLOS BLANCO

 

 

La inmortal obra de Miguel de Cervantes ha surcado la historia del cine desde sus mismos inicios. La primera versión data de 1898, y hoy son pocos los que pueden dar fe de haberla visto, porque desapareció sin dejar rastro, o más bien solo quedó de ella una breve escena filmada por la Gaumont. La fecha, sin embargo, es una constancia del gran interés que desde el mismo nacimiento del cine provocó la obra de Cervantes.  Veamos un repaso por sus adaptaciones centrándonos en las que son seguramente las dos mejores : la de Rafael Gil en 1947 y la escrita por Carlos Blanco en 1972. 

La película más antigua que se conserva fue realizada en 1903 con tarjetas coloreadas a mano. Como sucedería con muchas otras cintas, ya Don Quijote aparecía allí simbolizando el idealismo y la fantasía, mientras Sancho representa el más crudo realismo.

Hasta 1915, las cinematografías francesas, españolas e italianas, por ese orden, se disputan los filmes sobre Don Quijote. El mismísimo Georges Méliés da a conocer su versión en 1909, rodada en blanco, negro, muda y de corta duración. Toda una rareza.

La cinematografía norteamericana irrumpe en el tema en 1915. Edgard Dillon, asesorado por el mítico David W.Griffith, filma Don Quijote, con 50 minutos de duración y en la que, como era de esperar, predominan las escenas de acción.

Ediciones Jaguar publicó en 2005 un interesante volumen titulado El Quijote en el cine, coordinado por Miguel Juan Payán. En sus páginas desfilan todos las adaptaciones formales e informales, del clásico de Cervantes formando un “corpus” artístico realmente impresionante. La primera adaptación interesante fue Don Quijote de Lau Lauritzen, rodada en 1926 y protagonizada por Carl Schenstrom y Harold Madsen. Una cinta poco conocida pero que Fernando Gil Delgado encuentra “interesante y realizada con el máximo respeto a Cervantes”. En 1933 el gran director George W. Pabst filma una sorprendente Don Quijote, una adaptación muy libre del texto que consta de nueve cuadros y cinco pasajes musicales. El tenor ruso Feodor Chaliapin encarnó con singular fortuna a un Quijote inspirado en los grabados de Gustavo Doré.
En 1957, la cinematografía rusa brinda un Don Quijote, que alcanzó cierto prestigio, con Nikolai Cherkasov en el personaje del hidalgo y Yute Tolubeyev como Sancho. La adaptación es muy fiel y está realizada en color y con importantes influencias del estilo de montaje de Eisenstein. La película conserva buena parte de su interés (el libro de Cervantes era de lectura obligatoria en toda Rusia, aún en la época soviética) aunque tal vez ha sido siempre un tanto sobrevalorada.
Las interpretaciones quijotescas han sido abundantes, desde la interesante Dulcinea (1963) de Vicente Escriva –hay una versión anterior de 1947 realizada por Luis Arroyo y con Ana Mariscal– hasta Don Quijote del Oestewestern de la Disney dirigido por Robert Butler y protagonizada por Brian Keith y Alfonso Arau, hasta el mítico –e irregular– Quijote inacabado de Orson Welles, o la famosa Don Quijote cabalga de nuevo (1972) de Roberto Gavaldón, con Fernando Fernán Gómez y Mario Moreno Cantinflas (que se erige en protagonista de la función en el papel de Sancho Panza).
Carlos Blanco
http://carlosblancoguionista.com/
 Don Quijote cabalga de nuevo  es un original acercamiento a la figura quijotesca que cuenta con el excepcional guión del gran Carlos Blanco ( 1917-2013).
El escritor de películas como Locura de amor, La princesa de los Ursinos, Don Juan, Los peces rojos, Diez fusiles esperan , Los ojos dejan huellas o Los gallos de la madrugada ( obra a reivindicar de Saenz de Heredia ) dibuja una historia centrada en la segunda parte de las aventuras de Don Quijote a la que dota de unos diálogos maravillosos y emotivos . La personalidad  rotunda de Cantinflas se integra en el personaje de Sancho Panza con momento inolvidables como aquellos en los que pide a Don Quijote que no abandone sus sueños para seguir ayudando y protegiendo a los pobres y desvalidos .
   Blanco y Gavaldón no cuentan la historia completa de la novela que ya habian hecho Gil y Kozintsev sino que se adentran en la visión quijotesca , ética. moral y humana de los dos protagonistas.  Incluso aparece el propio Cervantes (Javier Escriva ) asistiendo a un juicio al que es sometido el hidalgo decidiendo entonces escribir la segunda parte de sus aventuras . Maria Fernanda d,Ocon encarna con especial cercanía y emoción a Dulcinea, la pobre Aldonza elevada a princesa de la Mancha por su enamorado caballero andante . Sin duda una joya a redescubrir.  Y un escritor que aun tiene varios guiones históricos inéditos que se pueden llevar al cine, como Carlos Blanco cuya obra es preciso analizar y reivindicar con la máxima energía . En mi libro EL CINE ESPAÑOL EN LA ERA DE FRANCO (SND Editores . 2022 ) no dudo en calificarle como el mejor del cine español.
Y están naturalmente el Don Quijote (2000) de Peter Yates, con John Lightow y Bob Hoskins, curiosa, desigual y bienintencionada; y los dos intentos de Manuel Gutierrez Aragón, El Quijote de Miguel de Cervantes, serie de TV en cinco capítulos, dignamente realizada y con un gran reparto encabezado por Fernando Rey y Alfredo Landa. La fidelidad al texto original es grande y de ello se cuidó nada menos que el Premio Nobel Camilo José Cela, autor del guión. El mismo Gutierrez Aragón realizaría posteriormente Caballero Don Quijote (2002). una revisitación muy personal de su trabajo anterior, con una gran esfuerzo de producción y una gran interpretación de Juan Luis Galiardo como Don Quijote.
Y los acercamientos no terminan, cabe destacar Monseñor Quijote (1985) según la novela de Graham Greene, con Alec Guinnes en el papel del viejo cura de pueblo que viaja a través de la España contemporánea con su inseparable Sancho Zancas (Leo McKern). Y, por supuesto, un lugar de honor se reserva a la famosa comedia musical El hombre de la Mancha, representada en todo el mundo (en España supuso un gran éxito para Paloma San Basilio y José Sacristán) y llevada el cine en 1972 con un extraordinario reparto: Meter O´Toole como Cervantes/Quijote, James Coco como Sancho y una bellísima Sofía Loren en el personaje de Dulcinea. Canciones como I am Don Quijote o la inolvidable Imposible dream penetran con singular emoción en el corazón creativo de la obra de Cervantes. El hombre de la Mancha, infravalorada con frecuencia, es, sin duda, una de las mejores interpretaciones libres que se han realizado sobre la inmortal obra del Quijote.
Claro que cualquier interesado en el tema no debería dejar de leer esas tres piezas maestras del pensamiento español del siglo XX que sonMeditaciones del Quijote de Ortega y GassetVida de don Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno y Don Quijote, don Juan y La Celestina de Ramiro de Maeztu.

 DON QUIJOTE DE RAFAEL GIL 

 

Rafael Gil leyó varias veces el Quijote antes de trabajar en el guión e incluso llegó a contar con la colaboración de dos expertos designados por la Academia de la Lengua, los profesores Abad Ojuel y Armando Cotarelo. Cuando Cifesa da luz verde definitiva a la superproducción, se frustra el proyecto de adaptación del Quijote que por aquellas fechas preparaban Jaime Mayora y Camilo José Cela.

El rodaje tuvo lugar entre el 7 de mayo y el 11 de octubre de 1947 (nada menos que cinco meses, todo un lujo para el cine español) estrenándose la película en el cine Rialto de Madrid el 2 de marzo de 1948. La obra obtiene la Mención de Honor del primer Certamen Cinematográfico Hispanoamericano así como diversos galardones para Rafael Rivelles (entre ellos el premio del CEC).
Rafael García Serrano habla de “mágico realismo” y de una película que justifica la “misión del cine español”. Nada menos que Jardiel Poncela certifica que “la película es extraordinaria”, y Wenceslao Fernández Florez habla de “película de emociones limpias”.
Es cierto que no faltaron los ataques, Cinema la encontró “excesivamente realista, abruma y aburre” y la revista de humor La Codorniz se permitió bromear sobre la concesión del Interés Nacional a la película (curiosamente años después algunos críticos copiarían casi literalmente estos reproches).
El Instituto Cervantes en su estudio sobre El Quijote en el cine señalaba: “En este caso, brillan los decorados de Enrique Alarcón y resulta memorable la banda sonora de Cristobal Halffter, el ilustre sobrino de Ernesto Halffter. Pero la grandilocuente interpretación de Rafael Rivelles (por lo demás, uno de los mejores actores del cine español) parece enajenarse y queda aislada del restante elenco, encabezado por el magnífico Juan Calvo en el papel de Sancho. A decir verdad, el registro realista de las demás interpretaciones aísla el perfil rígido y teatralizante de Rivelles. Con todo, el guión de Antonio Abad pretende una fidelidad que no interesó tanto a sus predecesores. Entrevistado en 1947 por Juan de Alcaraz, dicho libretista defendió castizamente que «sólo entre españoles podemos dar una versión certera y entrañable de don Quijote». Con sobrados motivos, Abad tildó a la versión de Lauritzen de «bufonada», pero perdió la compostura al criticar al filme de Pabst como un «grave error». Aunque reverente, el guión de este Quijote de Rafael Gil también presenta cambios y ausencias si se lo compara con la novela. Por algo Gerardo Diego dejó escrito que a estos adaptadores (Gil y Abad) «no se les podrá acusar de falta de respeto a la novela inmortal, cuyo desarrollo siguen con la lealtad de una ilustración continua y animada”.
Años después, la película de Gil dio lugar a curiosas interpretaciones, como la de Roman Gubern que trataba de encontrar residuos de “propaganda franquista” en la versión de Gil. No ha sido el único en intentarlo. Sin duda, retazos de la (mal) llamada ‘memoria histórica’.
Los actores son una de las grandes bazas de la película, sobre todo los que encarnaron a los inmortales Don Quijote y Sancho. Es cierto que Rivelles no renuncia a la sobreactuación y a una compostura un tanto teatral, pero su porte es Don Quijote puro y eso queda grabado en la retina de los espectadores.
Rafael Rivelles (1898-1971) nació en El Cabañal (Valencia). Desde muy joven se siente atraído por la profesión familiar y a los 15 años decide unirse a una compañía de teatro. En 1914 estrena su primera película, pero esto no supone que abandone los escenarios ya que después de casarse con la actriz Fernanda Ladrón de Guevara deciden montar una compañía teatral con la que recorrió España y América del Sur con un notable éxito, además fue uno de los primeros españoles que trabajó en Hollywood. Rafael Rivelles trabajó en más de 25 películas a lo largo de sus vida (entre ellas Marcelino Pan y Vino de La dislado Vajda y El Beso de Judas) de Rafael Gil en la que encarnó al Apóstol maldito de Jesús, además de en numerosas obras de teatro.
Juan Calvo (1892-1962) fue un habitual del cine de Gil, aunque también le podemos ver en otros grandes títulos del cine español. La simpatía –teñida de una cierta socarronería muy llana– es una de sus notas características. La composición de su Sancho Panza es excelente y parece la traslación perfecta del personaje ideado por Cervantes.
Otro de los descubrimientos de la película fue nada menos que Sara Montiel . La popular artista, nacida María Antonia Abad Fernández (Campo de Criptana, Ciudad Real, el 10 de marzo de 1928), fue descubierta por Vicente Casanova en un concurso convocado por su productora, la emblemática Cifesa, iniciando su larga trayectoria profesional cuando apenas había cumplido los dieciséis años. Debuta en el cine, con un pequeño papel, en Te quiero para míde Ladislao Vajda, donde, la aún adolescente, aparecía acreditada como María Alejandra, nombre artístico que su representante Enrique Herreros cambiaría, más tarde, por el de Sara Montiel.
Otros actores sobresalientes en la película son Julia Caba Alba (1912-1988), Eduardo Fajardo (1918-) y el extraordinario Manolo Morán, amigo personal del director y tal vez junto a José Isbert el más popular de todos los actores de reparto del cine español. Morán (1905-1967) encarna al barbero que ha de ceder a Don Quijote el famoso “yelmo de Mambrino”.
Y junto a los actores el equipo técnico con los habituales Alfredo Fraile y Alarcón, la banda sonora del extraordinario y prestigioso Ernesto Halffter o el vestuario de Manuel Comba (biznieto por cierto del pintor Eduardo Rosales).
Ernesto Halffter (1905-1989) haría tambien la música de La Señora de Fátima y de Historias de la Radio, miembro destacado del Grupo de los Ocho –o Grupo de Madrid de la Generación del 27, vinculado desde sus inicios a la Residencia de Estudiantes–, discípulo de Manuel de Falla, director de la Orquesta Bética de Cámara en los primeros años de su creación y autor de obras tan importantes como Sinfonietta (1925), Sonatina (1928) o Rapsodia portuguesa (1940), que gozaron de amplia difusión internacional. Además, Halffter trabajó durante años en la finalización de la obra incompleta de Falla Atlántida. Su composición más conocida, Sinfonietta, fue presentada en público cuando Halffter contaba 19 años, y con ella ganó el premio Nacional de 1925 y obtuvo el reconocimiento unánime del público internacional. En 1928 presenta el ballet Sonatina, con las célebres piezas Danza de la pastora y Danza de la gitana, y en 1945 la suite Dulcinea. Además de la ópera La muerte de Carmen compuso La rapsodia portuguesa (1939, para piano y orquesta), Sonatina fantasía y Homenajes (para cuarteto de cuerda) y Llanto por la muerte de Ricardo Viñas (para piano ). Su trabajo en el Quijote es sin duda excepcional y hoy se ha convertido en uno de los mejores elementos de la adaptación.
Rafael Gil explicó en acertadas palabras su visión del Quijote y de la película:
“Creo que cualquier español que realice una película sobre el Quijote no puede sentirse plenamente satisfecho al terminarla. El Quijote es perfecto y las imperfecciones de su adaptación quedarán siempre al descubierto al contrastarla con el original literario. Sin embargo no estoy arrepentido de haber hecho El Quijote sino contento. No quise hacer una interpretación, sino una síntesis que sirviera para propagar un libro que todos los españoles dicen conocer y que, sin embargo, no conocen. Mi postura fue la de respetar el original hasta el punto de no añadir ni una sola frase nueva a los diálogos de Cervantes. El pecado era prescindir de tantas y tantas cosas que no cabían en los límites de una proyección, ya más larga de lo normal. ¡Ya lo creo que me gustaría realizar otra vez el Quijote! Valdría la pena hacerlo para captar en color ese paisaje sin color que es La Mancha. Sin duda haría una película mucho mejor que la anterior, pero no sería –ni mucho menos– esa película imposible que el Quijote tiene. Y digo imposible porque siempre se podrá caber una mejor”.
El éxito comercial en España fue un tanto discreto (hay que considerar su alto coste económico) pero la película gozó de buena distribución en Hispanoamérica y en distintas Universidades de Estados Unidos donde la obra fue objeto de estudio por hispanistas de todo el mundo. El prestigio de Rafael Gil se tradujo en una oferta de Hollywood para rodar películas americanas, pero Gil vaciló y al final rechazó la oferta pese a que tal vez hubiera sido el director español más capacitado para integrarse en el sistema de estudios norteamericano. La familia, herida por la trágica muerte del hijo mayor acaecida en 1948 en el transcurso de una operación quirúrgica y los problemas derivados del idioma impidieron a Rafael Gil tomar una decisión que hubiese cambiado su vida.
¿Cómo explicar esta aparente contradicción? Sin duda, El Quijote de Gil fue una película popular y muy presente en la vida cultural española del momento. Incluso se llegó a editar una colección de 342 cromos y su álbum correspondiente con textos compuestos por Eduardo Guzmán e ilustraciones de Amable Leal. En 1948, una encuesta popular en Triunfo la proclamaba la mejor película del año. Es decir, la película había penetrado en la sociedad española, aunque como suele ocurrir con aquellos que dicen haber leído el Quijote, lo cierto es que la obra era conocida por todos, pero no todos acudieron a verla. Ello unido a su extraordinario coste económico limitaron los beneficios de la taquilla.
Con el gran despliegue de medios a pleno rendimiento y un cariño y esfuerzo de Gil que se nota en cada fotograma, el director opta por una ilustración fiel de la novela de Cervantes inspirándose para ello en los populares grabados de Gustavo Doré (que también había influido en la puesta en escena de un grande del cine como Cecil B. de Mille). Este gran dibujante y pintor nace en Estrasburgo el 6 de enero de 1832. Hijo de un ingeniero de caminos, canales y puertos, a los 13 años comienza a dibujar sus primeras litografías y a los 14 aparece publicado su primer álbum, Les Travaux d´Hercules. En 1848, a los 15 años, Gustavo Doré es contratado como caricaturista en el Journal pour rire de Philipon. Ese mismo año debuta en el Salón con dos dibujos realizados a pluma. A la muerte de su padre en 1849, Doré, con sólo 16 años, es ya muy conocido. Pasa entonces un tiempo junto a su madre. A partir de 1851, habiendo expuesto sus pinturas, realiza algunas esculturas de tema religioso y colabora en varias revistas como Journal pour tous. En 1854 el editor Joseph Bry publica una edición de las Oeuvres de Rabelais, ilustrada con más de 100 grabados de Doré. Ilustrador de gran renombre, a la vez autodidacta y exuberante, Gustavo Doré ilustra más de 120 volúmenes entre 1852 y 1883, año de su muerte, que aparecieron en Francia, Inglaterra, Alemania y Rusia. Su ilustración del Quijote data de 1863 y ha servido para recrear las imágenes de los personajes cervantinos en la mente de millones de lectores del mundo entero.
Gil nos introduce en el mundo cervantino y va describiendo de forma detallada las evoluciones de Don Quijote y Sancho, de la familia de Alonso Quijano y del malévolo Bachiller Carrasco (interpretado de forma tenue por Fernando Rey, que décadas después daría vida a Don Quijote).
El inicio es excelente, la cámara entra poco a poco –en un perfecto “travelling”- en el pueblo y en la casa de Don Quijote mostrándonos a continuación al protagonista y sus primeras señales de locura. Poco antes ha aparecido el inmortal “en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…” Es cierto que no se rehuye una cierta grandilocuencia a causa sobre todo de la interpretación de los actores, pero es tal la convicción de Rafael Rivelles y su perfecta internalización de la imagen que de Don Quijote dá Cervantes, que el espectador enseguida se identifica con la extraña locura de este caballero que confunde los molinos de viento con gigantes y los rebaños de ovejas con feroces ejércitos.
La película es una sucesión de estampas cervantinas servidas con todo lujo de detalles. Junto al gran trabajo de Fraile y Alarcón en la fotografía y escenografía, hay que resaltar la presencia de Manuel Comba, biznieto del gran pintor Eduardo Rosales, como responsable de ambientación general y vestuario.
Rafael Gil logra en una perfecta labor de síntesis que hace que no haya fallos de ritmo y que continuamente sucedan cosas en la pantalla. Es cierto que algún episodio languidece como el de la Isla Barataria gobernada por Sancho, pero enseguida la acción vuelve a levantarse camino ya de su desenlace, no por esperado menos emocionante. El Bachiller Sansón (Fernando Rey) logra esta vez derrotar a Don Quijote que regresa a su casa dolorido, cansado, pero conservando su impresionante dignidad. Gil, fiel a sus propósitos, no interpreta el Quijote, sino que lo ilustra. Una visión desde luego honesta y como bien observara Jacques Lourcelles, en absoluto menos artística que la libre interpretación. Lo que realmente importa es el resultado final y la versión de Gil es tal vez la que mejor expresa y dibuja el original de Cervantes precisamente porque le es fiel y no aspira a realizar interpretaciones personales sobre los personajes o su espíritu.
Además recoge gran cantidad de capítulos por lo que durante muchos años y en numerosas universidades, sobre todo en Estados Unidos, la película de Gil ha sido le versión canónica por así decir, la que solía ofrecerse al espectador que por primera vez quisiera sumergirse en el mundo maravilloso de don Quijote y Sancho.
Por otra parte, importantes personalidades como Enrique Herreros (que coleccionaba todo lo que sobre el Quijote caía en sus manos), Orson Welles o el mismo Luis Buñuel expresaron en diversas ocasiones su predilección por el film de Rafael Gil.
Hoy, pese a alguna ligera caída de ritmo y un cierto envejecimiento en el estilo declamatorio de algunos diálogos, el Quijote de Gil sigue siendo un soberbio espectáculo no sólo a la altura de las últimas adaptaciones, sino en muchos aspectos superior a ellas.
Con Don Quijote se cierra la colaboración de Rafael Gil y Cifesa. Años después, el director se referiría a ella con cariño y lamentando la desaparición de una empresa que fue capaz de convertirse, aunque fuera fugazmente, en fábrica de sueños.
  Rafael Gil y Roberto Gavaldon (Carlos Blanco en el guión ) lograron sin duda los dos mejores Quijotes del cine .
https://www.youtube.com/watch?v=TORnbVcxqoc

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